NIETO DE CUPIDO CAPÍTULO 11

Frustrado entré en mi apartamento aun vestido con el atuendo atlante.  En serio que era frustrante.  Me arranqué la ropa y me ocupé de mí mismo en la ducha como un adolecente lujurioso.  La lascivia hasta cieCapitulo 11
Frustrado entré en mi apartamento aun vestido con el atuendo atlante.  En serio que era frustrante.  Me arranqué la ropa y me ocupé de mí mismo en la ducha como un adolecente lujurioso.  La lascivia hasta cierto punto podría ser una buena descripción para referirse a mí, lamentablemente la adolescencia la había pasado hace ya algunos años.

Luego de duchado me puse un sencillo pantalón de franela y una camiseta. Caminé a la cocina por un emparedado y algo para tomar.  Con mi plato en una mano y un vaso de leche en la otra encendí la contestadora, ya que ésta parpadeaba en señal de mensajes.  Tenía 17 en total.  Para aumentar mi frustración todos eran de Keith.  Iban desde el simple “hola te extraño” hasta el último donde lloraba a mares pidiendo que le diera una nueva oportunidad para ser mío.  ¡Demonios! Eso hacía que me sintiera mal conmigo mismo.  Keith no era un santo y yo lo sabía muy bien, pero no podía dejar de abrigar lástima por el sujeto.  Suspirando y dándole el último bocado a mi emparedado, llamé a mi tío abuelo:

—Priapo yo te invoco en tu forma física.

Y Priapo apareció desnudo.  ¿Es que todos los antiguos tienen tendencias exhibicionistas? Muy probablemente así lo fuera.

—¿Qué puedo hacer por ti pequeño? — preguntó Priapo a modo de saludo.

—Hola a ti también — dije sin poder controlar mi sarcasmo —. Que bueno verte.

—Pequeño tengo dos ninfas atadas a mi cama, y no son muy pacientes que digamos.  Así que dime rápido que necesitas — mientras hablaba no dejaba de acariciarse su descomunal miembro permanentemente erecto —. Mis chicas me necesitan.

—Quiero que atiendas a Keith otra vez

Priapo enarcó una ceja mientras yo le ofrecía la manta del sofá para que se cubriera.  ¡Por todos los dioses era mi tío abuelo! y maldito si no se veía pecaminosamente tentador. Aunque no del todo para mí.

—Pequeño charlatan — dijo riéndose como si fuera lo más divertido del mundo.

—Antes que te hagas ideas, quiero que lo dejes satisfecho. Pero ésta vez sabiendo que es la despedida.  Inventa la historia que quieras, pero hazle entender que no somos una pareja ya más…o que son una pareja… o lo que sea que se suponga que tengas que hacer para quitármelo de encima. Tantos giros me están enloqueciendo— terminé la frase y me dejé caer en el sofá.  Estaba exhausto, frustrado y preocupado.

—Muy bien —Priapo comentó. Vi en sus ojos una mirada de preocupación y admiración —. No tienes mal corazón.

—Gracias. — solté finalmente a falta de una mejor respuesta  ¿Cómo le hacía entender que no quería a nadie infeliz por culpa mía y de mi apariencia?

—Bueno ya sacamos eso de tu plato.  Ahora veamos qué es lo que realmente te preocupa.

—¿Quién dice que algo me preocupa? — a modo de respuesta enarcó aún más la cejas.  Ahí vi el gran parecido que tenía con mi abuelo — De acuerdo.  Creo que he desarrollado sentimientos por alguien no precisamente adecuado.

—Todos lo hemos hecho alguna vez en la vida.  — ¿era mi imaginación o había pesar en su voz? —. Ahora supéralo y busca un culo al que joder.

Vi el cambio en el como si pequeñas luces de neón lo señalaran. Fue entonces cuando comprendí que Priapo también pudo haber tenido un amor imposible. Por milésimas de segundo fui capaz de apreciar como un sentimiento difícil de describir cruzó por sus ojos.  Un recuerdo quizás, algo que lo hizo feliz en algún momento de su vida.  Pero tan pronto apareció se desvaneció, como si para Priapo sólo se tratara de una ilusión o un lejano sueño. Creo que interrogaré al abuelo sobre esto más tarde.

—Bien.  Ahora a lo que vinimos.  ¿Dónde está ese culito caliente del que quieres que me encargue?

—Aquí — solté mientras le entregaba la dirección de Keith —. Te debo una.

—Tómale fotos a tus amantes. Dame material para fantasear y estaremos a mano. — él me guiñó un ojo.  La verdad sea, no sabía si estaba bromeando conmigo o lo decía con seriedad—. Ahora — continuó él —. Quédate quieto.

Dos segundos después una versión mía desnuda apareció ante mí.  Priapo fue a mi dormitorio y se vistió con un par de vaqueros y un polo color melón.  Odiaba ese polo, pero me lo regalo mi abuela tiempo atrás.  Así que lo usaba en muy contadas ocasiones.  No piensen mal, el que sea gay no significa que me guste el rosa y use maquillaje.  Eso es estereotipar.

En fin, Priapo se fue a casa de Keith en lugar mío, y yo me quede a fantasear con Theron ¡Maldito infierno! Diez minutos de pensar en ese hombre y estaba listo para masturbarme nuevamente. Ignorando la terrible y placentera sensación, llamé a mi abuelo por teléfono.  No quería que me viera totalmente empalmado.  Por sí mismo ya era humillante mi estado actual, como para soportar las burlas del abuelo.

—¿Qué sucede Max? — contestó el abuelo sin más saludo

—Hola, solo quería saber cuántas veces puedo ir a la Atlantida antes de que algo pueda cambiar.

—Cariño, el final de la Atlantida siempre será el mismo sin importar quién o cuantas veces se visite la isla.  ¿Alguna razón para tu pregunta?

Como siempre me pasaba, no pude contenerme, y le terminé hablando al abuelo de Theron y la forma en que mi control se escapaba por la ventana cada vez que estaba con él.  A modo de respuesta el abuelo sólo se rió y me dijo:

—El tiempo no podrá dañarse simplemente por ir y venir a través de el. Solamente recuerda pensar en el momento exacto en que te fuiste. No querrás perderte de nada a causa de un error como ese ¿verdad?

En ese momento fue que me decidí.  Theron sin lugar a dudas era el indicado y yo no pondría reparos en dejarme llevar por mis sentimientos.

Aun con la decisión reverberando en mi pecho fui a mi habitación y busque un frasco de cristal azul.  Busque también una de mis botellas de lubricante.  Tenía varias.  El abuelo suele regalármelas con mucha frecuencia; era como si durmiera con medio país.

Llené el frasco azul con lubricante y me aparecí en la casa de Atlantis.  Tome la poción del abuelo y salí a buscar a Theron.

Como siempre, fui a la casa de Bernalda. Mire un poco pero no le vi ahí.  Recorrí los alrededores y en su búsqueda, pero fue infructuosa.  Después de unas cuantas horas decidí regresar a casa.  Al presente.  Estaba cansado y molesto.  Mire el reloj y descubrí que llegué 25 minutos después de la hora en que viajé al pasado. Tomé otra ducha y me acosté muy enojado.  Mi último pensamiento antes de dormir fue Theron.

Mi despertador sonó muy diferente a como solía sonar habitualmente.  En vez del estridente sonido de campanas parecían gaviotas revoloteando.  Brisa tocaba mis mejillas y el zumbido de las olas en la distancia llenaron mis oídos.  Abrí mis ojos para encontrarme en Atlantida.  Eso no fue lo más extraño.  Lo que en realidad me asusto fue la mujer desnuda mirándome desde los pies de la cama.

—Un semi dios — dijo ella —. Uno que no conocía.  ¿A quién perteneces bonito?

—A mí mismo — respondí enojado porque me compararan con una mercancía.

—¿De quién es tu sangre? — preguntó ella divertida por mi forma de contestar.

—¿Quién quiere saber? — gruñí de manera insolente.  Esta cabeza hueca me estaba molestando.

—Soy Circe, hija de Helios y Perseis.

—Estas lejos de Eea — solté recordando mis clases de mitología.

—Sólo un poco — ella rió — ¿De quién es tu sangre? — preguntó nuevamente.

—¿Cómo me encontraste? — contraataqué yo.

—¿Sabes que solo tengo que invocar a tu creador pasa saber quién eres?

—Suerte con eso. — dije sabiendo que estaba jugando con fuego.  Aunque a fin de cuentas era perdas, mis “creadores” habían muerto hace mucho.

—Me gustas ¿sabes?  — señaló ella de manera coqueta —. Te dejare vivir a pesar de tu insolencia.  Tienes compañía y su abuelo— susurró mientras miraba sobre su hombro como refiriéndose a mi visitante invisible —. Es de temer.

Entonces desapareció.  Algo dentro de mí se erizó en señal de peligro.  Sin embargo, todo quedo en el olvido cuando apareció Theron.  El hombre se veía demacrado, como si hubiera sufrido en las pocas horas que pasamos sin vernos.  Y a pesar de que mi curiosidad pugnaba por preguntarle por lo que había pasado, no quise indagar por el tiempo pasado. Ya había tomado una decisión.  Theron era mío y yo era de él.  Poco importaba que mi vida fuera una mierda y la suya un misterio.  Ahí, en esa cabaña; éramos solo Max y Theron no un protegido por una bruja y el Nieto de Cupido.

—Ven aquí — pedí lamiéndome los labios.

—¿Sólo así? — cuestionó él con media sonrisa

—No pido más.


Theron se acercó a mí. Impaciente, lo halé hasta quedar ambos en la cama.  Me coloqué a horcajadas sobre sus caderas y froté nuestros penes juntos. Yo estaba desnudo y por todos los dioses quería hacer que Theron se desnudara también.  Lo besé.  Sí, yo lo besé con todo lo que tenía.  En esos momentos no me podía guardar nada.  Y entonces una luz se encendió en mi cerebro.  Me había enamorado de un hombre muerto y me importaba una mierda lo que sucediera de aquí en adelante.

 rto punto podría ser una buena descripción para referirse a mí, lamentablemente la adolescencia la había pasado hace ya algunos años.

Luego de duchado me puse un sencillo pantalón de franela y una camiseta. Caminé a la cocina por un emparedado y algo para tomar.  Con mi plato en una mano y un vaso de leche en la otra encendí la contestadora, ya que ésta parpadeaba en señal de mensajes.  Tenía 17 en total.  Para aumentar mi frustración todos eran de Keith.  Iban desde el simple “hola te extraño” hasta el último donde lloraba a mares pidiendo que le diera una nueva oportunidad para ser mío.  ¡Demonios! Eso hacía que me sintiera mal conmigo mismo.  Keith no era un santo y yo lo sabía muy bien, pero no podía dejar de abrigar lástima por el sujeto.  Suspirando y dándole el último bocado a mi emparedado, llamé a mi tío abuelo:

—Priapo yo te invoco en tu forma física.

Y Priapo apareció desnudo.  ¿Es que todos los antiguos tienen tendencias exhibicionistas? Muy probablemente así lo fuera. 

—¿Qué puedo hacer por ti pequeño? — preguntó Priapo a modo de saludo.

—Hola a ti también — dije sin poder controlar mi sarcasmo —. Que bueno verte.

—Pequeño tengo dos ninfas atadas a mi cama, y no son muy pacientes que digamos.  Así que dime rápido que necesitas — mientras hablaba no dejaba de acariciarse su descomunal miembro permanentemente erecto —. Mis chicas me necesitan.

—Quiero que atiendas a Keith otra vez

Priapo enarcó una ceja mientras yo le ofrecía la manta del sofá para que se cubriera.  ¡Por todos los dioses era mi tío abuelo! y maldito si no se veía pecaminosamente tentador. Aunque no del todo para mí.

—Pequeño charlatan — dijo riéndose como si fuera lo más divertido del mundo.

—Antes que te hagas ideas, quiero que lo dejes satisfecho. Pero ésta vez sabiendo que es la despedida.  Inventa la historia que quieras, pero hazle entender que no somos una pareja ya más…o que son una pareja… o lo que sea que se suponga que tengas que hacer para quitármelo de encima. Tantos giros me están enloqueciendo— terminé la frase y me dejé caer en el sofá.  Estaba exhausto, frustrado y preocupado.

—Muy bien —Priapo comentó. Vi en sus ojos una mirada de preocupación y admiración —. No tienes mal corazón.

—Gracias. — solté finalmente a falta de una mejor respuesta  ¿Cómo le hacía entender que no quería a nadie infeliz por culpa mía y de mi apariencia?

—Bueno ya sacamos eso de tu plato.  Ahora veamos qué es lo que realmente te preocupa.

—¿Quién dice que algo me preocupa? — a modo de respuesta enarcó aún más la cejas.  Ahí vi el gran parecido que tenía con mi abuelo — De acuerdo.  Creo que he desarrollado sentimientos por alguien no precisamente adecuado.

—Todos lo hemos hecho alguna vez en la vida.  — ¿era mi imaginación o había pesar en su voz? —. Ahora supéralo y busca un culo al que joder.

Vi el cambio en el como si pequeñas luces de neón lo señalaran. Fue entonces cuando comprendí que Priapo también pudo haber tenido un amor imposible. Por milésimas de segundo fui capaz de apreciar como un sentimiento difícil de describir cruzó por sus ojos.  Un recuerdo quizás, algo que lo hizo feliz en algún momento de su vida.  Pero tan pronto apareció se desvaneció, como si para Priapo sólo se tratara de una ilusión o un lejano sueño. Creo que interrogaré al abuelo sobre esto más tarde. 

—Bien.  Ahora a lo que vinimos.  ¿Dónde está ese culito caliente del que quieres que me encargue?

—Aquí — solté mientras le entregaba la dirección de Keith —. Te debo una.

—Tómale fotos a tus amantes. Dame material para fantasear y estaremos a mano. — él me guiñó un ojo.  La verdad sea, no sabía si estaba bromeando conmigo o lo decía con seriedad—. Ahora — continuó él —. Quédate quieto.

Dos segundos después una versión mía desnuda apareció ante mí.  Priapo fue a mi dormitorio y se vistió con un par de vaqueros y un polo color melón.  Odiaba ese polo, pero me lo regalo mi abuela tiempo atrás.  Así que lo usaba en muy contadas ocasiones.  No piensen mal, el que sea gay no significa que me guste el rosa y use maquillaje.  Eso es estereotipar.

En fin, Priapo se fue a casa de Keith en lugar mío, y yo me quede a fantasear con Theron ¡Maldito infierno! Diez minutos de pensar en ese hombre y estaba listo para masturbarme nuevamente. Ignorando la terrible y placentera sensación, llamé a mi abuelo por teléfono.  No quería que me viera totalmente empalmado.  Por sí mismo ya era humillante mi estado actual, como para soportar las burlas del abuelo.

—¿Qué sucede Max? — contestó el abuelo sin más saludo

—Hola, solo quería saber cuántas veces puedo ir a la Atlantida antes de que algo pueda cambiar.

—Cariño, el final de la Atlantida siempre será el mismo sin importar quién o cuantas veces se visite la isla.  ¿Alguna razón para tu pregunta?

Como siempre me pasaba, no pude contenerme, y le terminé hablando al abuelo de Theron y la forma en que mi control se escapaba por la ventana cada vez que estaba con él.  A modo de respuesta el abuelo sólo se rió y me dijo:

—El tiempo no podrá dañarse simplemente por ir y venir a través de el. Solamente recuerda pensar en el momento exacto en que te fuiste. No querrás perderte de nada a causa de un error como ese ¿verdad?

En ese momento fue que me decidí.  Theron sin lugar a dudas era el indicado y yo no pondría reparos en dejarme llevar por mis sentimientos.

Aun con la decisión reverberando en mi pecho fui a mi habitación y busque un frasco de cristal azul.  Busque también una de mis botellas de lubricante.  Tenía varias.  El abuelo suele regalármelas con mucha frecuencia; era como si durmiera con medio país. 

Llené el frasco azul con lubricante y me aparecí en la casa de Atlantis.  Tome la poción del abuelo y salí a buscar a Theron. 

Como siempre, fui a la casa de Bernalda. Mire un poco pero no le vi ahí.  Recorrí los alrededores y en su búsqueda, pero fue infructuosa.  Después de unas cuantas horas decidí regresar a casa.  Al presente.  Estaba cansado y molesto.  Mire el reloj y descubrí que llegué 25 minutos después de la hora en que viajé al pasado. Tomé otra ducha y me acosté muy enojado.  Mi último pensamiento antes de dormir fue Theron.

Mi despertador sonó muy diferente a como solía sonar habitualmente.  En vez del estridente sonido de campanas parecían gaviotas revoloteando.  Brisa tocaba mis mejillas y el zumbido de las olas en la distancia llenaron mis oídos.  Abrí mis ojos para encontrarme en Atlantida.  Eso no fue lo más extraño.  Lo que en realidad me asusto fue la mujer desnuda mirándome desde los pies de la cama.

—Un semi dios — dijo ella —. Uno que no conocía.  ¿A quién perteneces bonito?

—A mí mismo — respondí enojado porque me compararan con una mercancía.

—¿De quién es tu sangre? — preguntó ella divertida por mi forma de contestar.

—¿Quién quiere saber? — gruñí de manera insolente.  Esta cabeza hueca me estaba molestando.

—Soy Circe, hija de Helios y Perseis.

—Estas lejos de Eea — solté recordando mis clases de mitología. 

—Sólo un poco — ella rió — ¿De quién es tu sangre? — preguntó nuevamente.

—¿Cómo me encontraste? — contraataqué yo.

—¿Sabes que solo tengo que invocar a tu creador pasa saber quién eres?

—Suerte con eso. — dije sabiendo que estaba jugando con fuego.  Aunque a fin de cuentas era perdas, mis “creadores” habían muerto hace mucho.

—Me gustas ¿sabes?  — señaló ella de manera coqueta —. Te dejare vivir a pesar de tu insolencia.  Tienes compañía y su abuelo— susurró mientras miraba sobre su hombro como refiriéndose a mi visitante invisible —. Es de temer.

Entonces desapareció.  Algo dentro de mí se erizó en señal de peligro.  Sin embargo, todo quedo en el olvido cuando apareció Theron.  El hombre se veía demacrado, como si hubiera sufrido en las pocas horas que pasamos sin vernos.  Y a pesar de que mi curiosidad pugnaba por preguntarle por lo que había pasado, no quise indagar por el tiempo pasado. Ya había tomado una decisión.  Theron era mío y yo era de él.  Poco importaba que mi vida fuera una mierda y la suya un misterio.  Ahí, en esa cabaña; éramos solo Max y Theron no un protegido por una bruja y el Nieto de Cupido.

—Ven aquí — pedí lamiéndome los labios.

—¿Sólo así? — cuestionó él con media sonrisa

—No pido más.


Theron se acercó a mí. Impaciente, lo halé hasta quedar ambos en la cama.  Me coloqué a horcajadas sobre sus caderas y froté nuestros penes juntos. Yo estaba desnudo y por todos los dioses quería hacer que Theron se desnudara también.  Lo besé.  Sí, yo lo besé con todo lo que tenía.  En esos momentos no me podía guardar nada.  Y entonces una luz se encendió en mi cerebro.  Me había enamorado de un hombre muerto y me importaba una mierda lo que sucediera de aquí en adelante.
_________________________________________________________________________________
Espero les guste.  Que tengan una linda noche. 

Comentarios

  1. Gracias por el nuevo capítulo,despues de tanto tiempo pense que no iban a seguir la historia asi que estoy super feliz. Besos

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Regalo

EL NIETO DE CUPIDO CAPITULO 7

Préambulo a nuestro próximo libro.